A tres días de la nueva entrega de los
“prestigiosos” premios Oscar, sale a la luz un documental que
remueve las entrañas de un problema que desde hace tiempo se venía
dando bajo un manto de silencio, pero que tras una serie de
importantes y tristes eventos, estalló justo el día de la
octogésima quinta ceremonia, en las puertas del propio edificio
donde se desarrollaba el evento.
Dentro de las cosas mas destacables,
recordamos el trato que Bill
Westenhofer y su equipo ( Rhythm & Hues), tuvo cuando mientras
recibía el premio a mejores efectos visuales, se decidía a
comunicar al publico y al mundo entero, lo curioso de los hechos, ya
que su empresa, la ganadora de los premios de la academia, estaba por
declararse en bancarrota.
No
solo no dejaron que el mensaje fuese transmitido con el respeto que
estos artistas merecían (subiéndole el volumen de la música, e
invitándolo a bajar del escenario), por el miedo a opacar una fiesta
de champagne, smokins y diamantes, sino que ademas, tampoco el
director del film (Ang Lee), dio la mas mínima señal de disgusto,
ni agradecimiento al estudio que le dio una obra maestra del séptimo
arte.
Este
estallido alentó a miles de artistas de toda talla por todo el
mundo, que desde hacía mucho tiempo estaban trabajando en
condiciones injustas y desmedidas, y las denuncias empezaron a
aparecer poco a poco, destapando un mercado afectado y envenenado por
los grandes pesos de Hollywood.
Este
documental, muestra como una importantisima empresa de efectos
visuales, que nos dio a los amantes del cine centenares de horas de
entretenimiento e ilusión, se declara en bancarrota justo cuando la
declaran ganadora de los premios de la academia.
Es
un documental que plasma la dura realidad que atraviesa el mercado de
los efectos visuales, y que tanto los amantes del cine como aquellos
que nos dedicamos a este trabajo, no deberíamos ignorar.
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